martes, 24 de marzo de 2015

¿Dónde estabas cuando atacaban a tu futuro?



      ¿Dónde estabas?
Porque no estuviste hoy ahí, y me cuesta siquiera pensar en un poderoso y excluyente motivo para haber faltado a tan importante cita hoy en las escaleras de la Universidad de La Laguna. Lo sé, sé que tenías una agenda extremadamente apretada: trabajos que entregar –uno encima de otro, sádicamente-, exámenes en ciernes, apuntes que retocar… una infinidad de cosas, que a todas estas, una agenda que no debería ser propia de la sana academia –síntoma claro de que algo no funciona con Bolonia-. Lo sé, porque yo sufro también tengo la misma agenda que tú,  pero en serio, ¿dónde estabas? Porque en honor a la verdad, me cuesta creer que todo lo que tuvieras que hacer fuera más importante que pelear por tu  futuro y el de los tuyos, ya que aquellos que estuvimos hoy en las escaleras del Edficio Central, tenemos tu misma agenda. Quiero pensar que no estuviste ahí por una razón de incalculable magnitud, ¿por qué no estabas ahí? ¿Por qué no te vimos defendiendo legítimamente con nosotros tu futuro? Mantendré la ilusa esperanza en pensar que tuviste un compromiso ineludible, mantendré la esperanza en pensar que una persona de tal integridad como la tuya, no pudo estar ahí por un evento imperioso. Y digo que mantendré la esperanza, porque me niego a pensar rotundamente lo siguiente:
      Me niego a creer que tu legítimo derecho a manifestarse sea una mera cuestión de compatibilidad de agenda: ¿esperarás a tener un hueco para revindicar dignidad, justicia y futuro en tu educación?, ¿cuándo será eso? Porque si es eso lo que esperas, tristemente poco me dice esto de ti, querido compañero de clases: según parece eres una oveja más de este redil llamado estudiantado, según parece te importa poco lo que te hagan o dejen de hacer,  según parece lo que deseas es un papel que diga que estás egresado, aunque dicho papel no valga para nada; también me dice que eres un individualista, porque lo sé, lo sé… habrás pensado lo siguiente: «Ya irán ellos por mí, yo protesto en mi casa… en el Facebook». Me niego a creer que hayas faltado hoy a la cita en el Edifico Central, cuando eres tú el objetivo de este funesto decreto (3+2), cuando actualmente eres tú el afectado de este funesto sistema llamado Bolonia, me niego a creer que hayas permitido hoy legitimar y haberles dado la razón a aquellos que osan atentar de manera insultante –y redundante- a algo que para ti debería estar por encima de cualquier compromiso o agenda: tu educación.
      Me niego a pensar todo esto, quiero pensar que hoy más del ochenta por ciento de mis compañeros no estuvieron ahí por motivos de vital importancia, porque si no es así, ¿dónde estabas? 


lunes, 11 de agosto de 2014

PIB, verdad y engaño.

   ¿Quién no ha escuchado alguna vez la sigla PIB? Y es que es imposible no haberla escuchado aunque sea accidentalmente, es tan recurrente en el juego político como una bebida fría en verano. Basta encender la TV para no tardar en escuchar la famosa sigla: PIB. Después de toda una vida recibiendo datos incesantes sobre esta «cosa repetitiva» mayormente por políticos, es lógico empezar a ver el PIB como una molestia más que obviar en nuestras queridas sesiones televisivas. Pero, hoy toca realmente saber qué es, y lo más importante: qué no es. 

   El PIB (Producto Interior Bruto) mide la cantidad de bienes y servicios finales producidos dentro de una economía a lo largo de un periodo contable determinado -un año, mayormente- cuya medición se realiza en unidades monetarias. Es decir: todo lo que se produce en un país a lo largo de un año, medido en su moneda. 


   ¿Ya está?, ¿el archiconocido PIB no es más que eso? La respuesta es que sí, el PIB es esto, sin más. Por supuesto, lo cortés no quita lo valiente, ya que el PIB sigue siendo el indicador económico estrella.

   Llegados a este punto, lo lógico sería preguntarse por qué tanto bombo y platillo con este indicador económico por parte de políticos y tertulianos que tan gratamente amenizan nuestras mañanas -véase la ironía-, pues sólo mide la producción. La respuesta es sencilla: es una gran arma política cuando se usa ante una sociedad con formación económica precaria, ya que le conceden cualidades inexistentes

¿Mide la calidad de vida?

   El PIB no mide la calidad de vida, y esa, es la mentira detrás de una media verdad. Me apuesto que el 90% de los lectores habrán deducido tras años de bombardeo mediático que a mayor PIB mayor calidad de vida -se deduce que existe una relación directa entre ambas variables-; a medida que aumenta una, aumenta la otra-, pues eso es lo que promulgan en los medios, pero la realidad es que eso no es necesariamente cierto

   Veamos un ejemplo muy claro:

   En la siguiente imagen se exponen las cuentas nacionales de España y China, mostrando tanto su PIB como el PIB per capita; entendiendo que el PIB per capita es simple y llanamente la división del PIB por el número de habitantes, en otras palabras, lo que debería tocarnos a cada uno del «gran pastel».



   Miremos sólo el PIB: sin lugar a dudas, la imagen lo dice todo. Podemos observar como China, respecto a España, le mete un solemne repaso a lo que producción se refiere -no se ha ganado el apodo de la «fábrica del mundo» en un concurso-. Es más, crece a un frenético 7,7% respecto a una España que está en recesión -aunque frenando, ahora mismo está al -1,2%-. Muy bien por China, producen a una velocidad y cantidad de escándalo, son el Schumacher del PIB

   Ahora, el PIB per capita: España tiene una diferencia de 17.187€, una diferencia extremadamente considerable. Aún así, miremos el PIB per capita en mensualidades:

  • España: 22.300€/12 meses → 1.858€ mensuales.
  • China: 5.113€/12 meses → 426,08€ mensuales.
Nota posterior al cálculo: los cálculos realizados se basan en un promedio estadístico, y con todo lo que ello conlleva. Más de uno dirá que mensualmente no cobra eso, o que cobra más -felicidades majo-, y eso se debe a que el promedio estadístico encierra un problema inherente: es sensible a los valores extremos; es decir, puede darse que se realice un promedio entre tres personas, dos cobrando 1.000€ y la tercera 10.000€, y nos dará un promedio de 4.000€, el cual no encaja con la realidad. No obstante, el ejemplo expuesto ha sido deliberadamente exagerado para dejar claro este punto.
   Sin lugar a dudas, está claro que un español medio cobra un salario mejor que un chino. Podemos decir además, que en España se goza de sanidad pública, cosa que China no; España goza de una democracia -ahora mismo un tanto agitada-, China vive en una dictadura; España no posee límites a la natalidad por familiar, China sí. En esencia, un PIB de magnitudes bíblicas no implica una relación directa con la calidad de vida, ya que creo que se puede afirmar sin temor alguno a equivocarnos, que España goza de mayor calidad de vida que China.

   Por tanto, la conclusión a la que se debe llegar es la siguiente: el PIB por sí sólo no es un indicador de bienestar social. No obstante, acompañado de otro indicadores económicos, sí que puede arrojar luz sobre este tema, pero no por sí sólo.

¿El PIB puede ser engañoso?

Por supuesto que sí. Podemos decir de manera simplista que el PIB es la suma de los bienes y servicios finales producidos valorados a precios de mercado, como se mencionó anteriormente, y es aquí donde está la caja de los truenos.

Pongamos un ejemplo burdo, una economía donde sólo se produce preservativos -para darle un toque lujurioso-:

  • El año X produce 100 preservativos, a 1€ cada unidad, por tanto, su PIB será de 100€.
  • El año siguiente (X+1) ha descendido su producción a 80 preservativos, y su precio ha ascendido a 1,4€ cada unidad, dando un PIB de 112€.
   ¿Qué ha pasado aquí? Porque se produce menos, y sin embargo, nos da un PIB mayor, confuso cuanto menos. El motivo es a todas luces evidente: la variación del precio ha sido mayor que la variación de la producción. Esto en economía, se llama PIB nominal, pues recoge la variación de precios.


   La pregunta que se hará mucha gente es: ¿usan este PIB nominal en los medios? La respuesta es que sí, aunque sólo ocasionalmente, pues tendrían a un ejército de economistas detrás para sacarle la piel a tiras. Aún así, debo decir que he escuchado muchas veces hablar del PIB nominal. Si ahora recapitulamos, veremos lo grande que puede ser esta mentira: nos hablan de un indicador como si se tratase del indicador maestro, dándole cualidades que no posee, y para colmo, hay ciertos sujetos -pocos, repito- que se atreven a usar el nominal, lo que no sólo engañan con su objetivo, sino con su cuantía real.


   La solución al PIB nominal viene de la mano del PIB real, el cual, multiplica las unidades producidas en X+1 (80 unidades en nuestro caso) a precios constantes (se toma los precios de un año concreto, más conocido como año base) del año X (1€), aislando la variación de precios:

  • PIB real real del año X+1: 80x1€ → 80€.


   ¡Vaya por dios! La realidad es que la producción había descendido, ¡no había aumentando!


   Finalmente, y para concluir, la moraleja de todo esto es la siguiente: no hay mayor mentira que una media verdad. Hemos visto como el PIB no es el superhéroe que nos pintan -cualidades inexistentes-, y que tiene un lado oscuro a tener en cuenta -el PIB nominal-. Como se puede observar, el análisis económico en eminentemente matemático, y de ahí, que pueda ser sujeto de malas interpretaciones deliberadamente lanzadas, y lo que es peor, puede ser una peligrosa arma política en mano de ciertos sujetos con escasos y delicados escrúpulos. Pero, es de justicia decir, que no hay arma que debas temer, si llevas la armadura del conocimiento.



Fuente de los datos: http://www.datosmacro.com/

domingo, 10 de agosto de 2014

Economía, esa gran desconocida.


«¿La economía va conmigo?»  

   Es de justicia decir, que la genésis de todo esta entrada responde en gran medida a que nuestro sistema educativo es bastante deficitario a lo que esta materia se refiere: la economía. Durante nuestra infancia no recibimos formación alguna sobre la misma -me imagino que apelando a la «posible violación» de la infancia en temas tan  «serios» por parte de nuestro entorno familiar, y posiblemente deliberado por parte de ciertos colectivos-, y en la adolescencia, la recibimos pero como materia optativa antes de emprender los mal llamados estudios superiores. Pero, como se verá más adelante, el quid de la cuestión reside justamente en que la poca formación económica que se recibe es demasiado tardía -y bastante ineficiente-, ya que lo idóneo sería sentar las bases a dicha edad.

   ¿Es permisible dicha carencia? Honestamente, creo que es un error muy grave -que sea deliberado o no lo dejo a juicio propio- dicha carencia, y que su iniciación sea de carácter optativo. La economía, al igual que la política, son ciencias que influyen en nuestra vida desde el primero momento de nuestra existencia. Podría ser, por ejemplo, que tus padres hayan rehusado el uso de una medida anticonceptiva por ahorrarse unos euros, abrazando la reconocidísima «marcha atrás» debido a una coyuntura económica -además de una noche alcoholizada y lujuriosa-; o podría ser, por ejemplo, que seas de padres chinos y que te hayan concebido fuera de China para poder rebasar el límite de natalidad establecido. Como se ve, tanto la política como la economía han estado ahí puede que desde el momento uno, aunque no seas consciente. 

   Pero, ¿qué diantres es la economía? La economía es una ciencia de índole social que se encarga del estudio del comportamiento de los agentes económicos; en otras palabras, estudia el por qué de los hechos económicos. Estudia las razones por las cuales hay países donde su SMI (Salario Mínimo Interprofesional) es insultantemente más alto que otros; estudia las razones por las cuales se dan las famosas crisis económicas; estudia las razones por las cuales ciertas empresas desprenden dióxido de carbono sin que les represente un coste justo -en jerga económica, externalidad negativa-; o también estudia, por qué diantres un pan cuesta 0,60€ y no 4,00€; estudia por qué una época de crecimiento económico no necesariamente puede ser algo bueno. En esencia, estudia el por qué.

   Por supuesto, el lector habrá pensando ya en lo siguiente: «...está muy bien estudiar algo, ¿y qué más?». Efectivamente, la economía estudia el por qué de los hechos económicos con la intención de convertir la información en arma, de poco serviría saber cómo navegar si después no navegamos. De modo peligrosamente simplista: saber te permite actuar sobre un problema. Más de uno estará confundido a esta altura de la entrada, y no lo culpo. El prejuicio y la ignorancia suelen encontrarse más de lo deseado, y eso, es un incómodo dúo que debemos soportar los seres humanos, y la economía no escapa a tan peligroso dúo. La razón por la que digo esto, es porque mucha gente considera que la economía encierra unos oscuros estudios cuyo objetivo es el de perpetuar el status quo de la clase pudiente; o en el mejor de los clases, que la economía encierra el cómo convertirte en un millonario deshumanizado, alcanzado dicho statu quo



   Por tanto, y atando cabos: se ha explicado que es la economía, y se ha explicado lo que no es. Una cosa es la ciencia económica, y otra muy diferente, el comportamiento capitalista; la primera busca el por qué de los hechos económicos, el segundo busca simple y llanamente amasar capital. Es más, célebres economistas han sido radicalmente opuestos al capitalismo.

   La economía, como uno de los principales motores de la sociedad -por no decir principal, directamente- influye en tu día a día de manera abrumadora, y a su vez, silenciosa. Nos despertamos sabiendo que si perdemos nuestro puesto laboral -de haberlo encontrado previamente-, tendremos derecho a percibir el «paro»; sabemos que el estado ante una situación de crisis debe sacar su artillería para combatirla -el cómo y su efectividad, es otro tema-; sabemos que los precios no pueden ponerse cómo lo desee el vendedor; sabemos que si acudimos a urgencias seremos atendidos -la presteza de ésta es harina de otro costal-. Es decir: damos por hecho miles de fenómenos económicos en nuestra vida como si fuese lo normal y lógico en nuestra supervivencia, y la realidad es que han sido fruto de economistas a lo largo de la corta historia económica. Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que la economía puede que no te interese, pero, ¡vaya por dios!, ¡la economía si que lo está en ti!



 En definitiva, en esta entrada se ha tratado de dar luz sobre la economía, he procurado explicar llanamente su naturaleza, ya que de cara a entradas posteriores ir abordando ciertas cuestiones que la mayoría se pregunta o desconoce. Por tanto, sabiendo que la economía influye en nuestra vida desde que nos despertamos, lo lógico sería que el siguiente paso fuese entender en líneas generales qué es lo que pasa a nuestro alrededor, y lo más importante a título personal: encontrar la mentira en una media verdad -el eterno enemigo de los economía-.

 Y para finalizar la entrada, volveré a formular la pregunta del comienzo: ¿sigues creyendo que la economía  no va contigo?


Alegoría de la economía, de José Alcoverro (1902-1905), en Madrid.

Reorientando

   Ha pasado mucho tiempo desde la última entrada, y creo va siendo hora de resucitar este humilde blog, pues se vuelve imperativo la puesta en escena. Ciertamente, debo decir que la ausencia se debe a una vertiginosa etapa académica la cual me ha inhabilitado a escribir. No obstante, como todo escritor en ciernes que se precie, en dicha época he ido apuntando de manera sistemática y programada unos temas cruciales. 

Puedo ir adelantando que el blog tomará una temática económica en gran medida, pues como mis cercanos sabréis, soy un economista en ciernes. Por supuesto, y como no podía ser de otra manera, temas que van de la mano de la ética y la moral.

Finalmente, debo decir que sigo en la línea de George Orwell, pues como él opinaba -aunque concretamente a su gremio-, se debe escribir lo que nadie quiere leer -y mucho menos escribir-; y se debe decir a voz alzada, lo que nadie quiere escuchar.

lunes, 21 de enero de 2013

Libertad de prensa.

   Recientemente leí a George Orwell, un afanado escritor y periodista británico, defensor a ultranza de la libertad de prensa de la década de 1940, siendo su década de máxima actividad literaria. Crítico directo de la autocensura británica de la época, considerado la gran molestia de su generación pues ponía en manifiesto la pasividad, pusilanimidad y torpeza de los medios ante la atrocidad stalinista que se estaba perpetrando en esa triste y conocida fecha: la Segunda Guerra Mundial. 

   Orwell combatió contra redactores, periodistas, productores literarios y un sin fin de profesionales del gremio de la literatura y el periodismo. Combatió no por una censura gubernamental, no. Combatió por la autocensura que se estaba dando en ese país, combatió para recordar a los cuidadores y alumbradores de la verdad (periodistas y escritores) que es de imperativo moral y profesional comulgar con la libertad de expresión, dar las espaldas a la censura gubernamental pero ante todo erradicar la idea de autocensura dogmática lograda a través de un adoctrinamiento pasivo pero sumamente invasivo.

   Entrando en materia: Orwell crucificó a todo escritor que no hablase de los crímenes que sus aliados en ese momento estaban haciendo en la Rusia Soviética. ¿Qué ocurría en Rusia? El terror de los gulags: los campos de concentración análogos a los rusos. Siendo el pueblo ruso el gran olvidado de la Segunda Guerra Mundial, se estima que murieron 1,6 millones de personas en esos campos del horror y la mentira. Por supuesto, dichas estimaciones se hicieron en base a archivos incompletos en una época donde la primera víctima fue la verdad. Según otros historiadores se cree que la cifra podría subir prácticamente a 20 millones. Insignificante frente a los 5'6 millones de sus análogos alemanes. 


   Pero, la pregunta es: ¿qué pasaba en el resto de Europa Occidental que apenas hubo eco de esto? Sencillo: para bien o para mal eran nuestros aliados más orientales, unos aliados que pese a su gran golpe alemán sobre ellos, no dejaban de ser temibles. 

   ¡He aquí cuando comienza la historia del hombre del saco! En esa época nadie con la suficiente materia gris como para ser periodista se atrevía a anunciar una sola palabra en contra de nuestros amigos stalinistas, evocar la verdad, como bien decía Orwell, era sinónimo de un silenciamiento pertinente y recurrente. La pregunta que debemos hacernos y reflexionar sobre ello es la siguiente:

   ¿Acaso no toda vida humana segada imperativamente no se merece una digna justicia?, ¿acaso no hay algo más amoral que la pasividad ante el crimen?

   Los escritores y periodistas británicos lo tenían claro: no se habla mal de los rusos, que los rusos, son mucho ruso. Triste, pues no se justifica en una censura gubernamental, sencillamente se creó un motor de censura ortodoxa cuyos engranajes daban vida al mismísimo movimiento perpetuo. En síntesis, ellos mismos se censuraban, y ellos mismos se privaban de voz aunque estuviesen de acuerdo con la publicación. La eterna pescadilla que se muerde la cola.

   Orwell lo tuvo muy claro, hombre de convicciones de los pies a la cabeza, tanto que sus acciones lo llevo incluso a mendigar en su propia tierra. No obstante, es un ejemplo de que la perseverancia premia al justo y vigilante. Orwell después de años consiguió publicar Rebelión en la granja, una obra crítica (muy sátira), donde pone manifiesto las atrocidades de los totalitarismos (concrétamente, stalinismo) a través de una historia metafórica. Ciertamente no fue fácil evocar la verdad en una época donde las verdades incómodas eran molestas y donde se daba preferencia a la mentira opioide. Pero la pregunta que me ha llevado a escribir todo esto es:

   ¿Hemos cambiado?, ¿hablamos o pensamos en libertad? Quiero pensar que ligeramente nos hemos vuelto algo más libres, pero en absoluto lo necesario para ser una sociedad librepensadora. Seguimos estancados en el qué dirán de Lorca o en el estancamiento espacio de Buero Vallejo y su escalera asfixiante. Seguimos callando por miedo a la reacción de que nuestras voces disformes al coro borreguil provoque altercados que irrumpan en nuestros idílicos estado del bienestar. Invito desde aquí a la reflexión siguiente, en concreto a todos aquellos que se dediquen a la tarea del periodismo: ¿el precio que se paga por vuestro educado silencio hace balanza con la pérdida de la libertad expresiva?

   Finalmente, dejo una parte del prólogo que daría a pensar hasta al más dormilón y desinteresado de los cerebros:

«Pero esta misma clase de censura velada actúa también sobre los libros y las publicaciones en general, así como sobre el cine, el teatro y la radio. Su origen está claro: en un momento dado se crea una ortodoxia, una serie de ideas que son asumidas por las personas bien pensantes y aceptadas sin discusión alguna. No es que se prohíba concrétamente decir «esto» o «aquello», es que «no está bien» decir ciertas cosas, del mismo que en la época victoriana no se aludía a los pantalones en presencia de una señorita. Y cualquiera que ose desafiar aquella ortodoxia se encontrará silenciado con sorprendente eficacia. De ahí que casi nunca se haga caso a una opinión realmente independiente ni en la prensa popular ni en las publicaciones minoritarias o intelectuales.» 
Extracto del prólogo de Rebelión en la granja, por George Orwell.

martes, 15 de enero de 2013

Patrick Rothfuss: un rey, no un heredero.

   Si bien Tolkien fue el icono de su siglo, creo que Patrick Rothfuss tiene sin lugar a dudas todas las papeletas para ser denominado abiertamente el legítimo heredero de la prosa fantástica. Todo aquel que haya leído y releído sus libros encontrará a un escritor de un talento totalmente fuera de lo común, con una caracterización de los personajes digna del psicoanálisis de Sigmund Freud, con una historia épica digna de Tolkien. Sin lugar a dudas la lista de atributos que se lo podrían atribuir -valga la redundancia- a este escritor, es infinita. 
   
   Recientemente leí que se le ha concedido el infame título de "heredero de la literatura", pero tomando como monarca referente al grandísimo George R.R Martín. A este suceso a todas luces injusto, doy mi humilde opinión.

   George R.R Martin creó una gran historia con la saga de Canción de Hielo y Fuego, sobra decir que su lengua lampiña ha sido meritoria de ser elevado entre los escritores de mayor prestigio. ¡Pero no confundir! Rothfuss tiene una prosa de calidad suprema que George R.R Martin jamás ha tenido -ni tendrá-, y cualquiera que haya leído a ambos sabrá perfectamente -sin lugar a discusión- que el potencial de Rothfuss respecto a Martin es sencillamente descomunal, el abismo que se abre entre ambos es axiomática e inevitablemente desproporcionado. A lo máximo aceptaría hablar de un nivel semejante, pero jamás uno encima del otro, ¡y mucho menos Martin sobre Rothfuss!

   ¿Por qué tanto bombo y platillo a Patrick Rothfuss?, ¿qué lo hace prácticamente un mesías para jóvenes escritores y veteranos lectores? Ambas respuestas se encuentran en el ejercicio de la lectura de su obra inacabada: el Matarreyes. No obstante, bajo mi humilde conocimiento intentaré hacer un ligero análisis de lo que considero clave de la prosa de Rothfuss:


  • Psicología: es de gran escritor el crear grandes personajes, pues es muy común encontrar grandes historias pero carentes de personajes caracterizados correctamente. Rothfuss en este caso no peca de tales pecados tan pecaminosos al lector, pues indagó de tal manera en la psicología y la psique de sus personajes como para considerarse casi un padre, ya que, sus creaciones de papel podrían ser fácilmente extrapolables a nuestro mundo. Esto se hace evidente durante la lectura, pues el lector conoce tanto de sus personajes -concrétamente Kvothe- como para anticiparte a sus reacciones, como si fuese de un gran amigo de la infancia cuyos idas y venidas son de total conocimiento para ti.
  • Intriga constante: muchos pensarán que tanta caracterización de los personajes puede conducir a una anticipación de los sucesos que acontecen la novela, ergo, novela fallida. Pero he aquí donde Rothfuss nuevamente se ríe sanamente del lector. Estamos ante un escritor que sabe que los personajes son ya conocidos para nosotros, que a través de una empatía suprema  se pone en nuestra piel, logrando así, sorprendernos con desenlaces de sucesos que consideramos imposibles. No se puede pedir mayor intriga. 
  • Registro lingüístico: no he podido evitar el pensar en Gabriel García Márquez, escritor afanado en buscar un registro mixto, haciendo coexistir lo coloquial con lo culto, dando lugar a un registro rico y expresivo, cálido y terrorífico. Así es Rothfuss, cultivador del registro mixto que tanto amo personalmente. 
  • Recursos literarios: en este apartado invito a su lectura, pues escribir uno por uno sería un sin sentido además de una falta de honestidad por mi lado, pues como escritor novel, me siento en la imperante necesidad de confesar que aún soy un pupilo en este aspecto, aunque no por ello, ciego a la obra en el sentido poético. 
  • Lengua lampiña: así es como considero todo escritor que no teme expresarse libremente en base a tópicos de dudosa procedencia. Al igual que Martin (aunque en menor grado, debo decir) no tiene reparos en hablar de ciertos aspectos naturales de la vida: el sexo. No en vano nuestro querido Kvothe, se nos hace algo promiscuo en el tiempo, y es que Felurian, ¡es mucho Felurian!
   Básicamente con estas las características que personalmente como lector me han fascinado, con esto quiero dejar muy claro que es un análisis de andar por casa claramente subjetivo. 

   Son tantas las razones por las que consideramos que este escritor es el nuevo Tolkien, ¡tantas! Sólo puedo invitar a la lectura, a sentir y saborear cada una de sus palabras y sus letras, porque debo decir finalmente: ¡que tenéis mi palabra que la indiferencia no brillará por su ausencia cuando leáis a este icono del s.XXI!


viernes, 13 de julio de 2012

Precio del saber.


   Hará un año un gran amigo, alguien que es como un hermano prácticamente, me dijo algo respecto al saber:

«Cuidado, pues el precio del saber es la consciencia, y eso, no es dulce ni amargo, si no agridulce»

   Nunca dudé de su conocimiento, pese a que discrepamos en grandes aspectos de la vida. Ciertamente, tenía razón.
Aquellos que nacieron con el apetito del saber me entenderán perfectamente. Ese apetito por saber y conocer, esa necesidad imperiosa por saber la razón y el logos de los acontecimientos. Yendo más allá de la mera necesidad académica, la imperiosa y atípica necesidad de saber el guión de la gran obra de la vida.

   Ahí es donde comienza el viaje a lo prohibido o vetado, a lo mal mirado o estigmatizado. El viaje a cuestionarse los cimientos de la sociedad que nos dio génesis. 

«¿Por qué?»


  Esa cuestión es la gran droga del saber, empezamos por un "por qué" y acabamos recurriendo diariamente en aras de entendimiento. No obstante, hasta ese momento de epifanía reveladora el mundo es colorido, tremendamente colorido. Pues la ignorancia dota de color a un mundo que consideras que infinidades de determinismos da movimiento perpetuo a sus eventos, ese colorido tan propio de la premisa arriba explicada: que todo funciona por múltiples factores, un motor hecho por miles de piezas de diferentes adalides.
Es la visión propia de la ignorancia, la visión casual y programada para hacer como nuestra, cuyo código trae la inherencia de repudiar el cuestionamiento de los cimientos de la mismísima sociedad. Paradójicamente, ese "código" crea personas anti-personas, valga la redundancia.

«Cuando comiences a cuestionar y a buscar la verdad, lloverá lejía que hará el mundo gris»

  Y así, cuando comienza la carrera por el conocimiento y por la resolución de las cuestiones, comienza la lluvia que desvela el gris del mundo. Llegados a este punto, las verdades incómodas hacen que a tu visión todo sea gris y que aquello que creías que tenía mil adalides, descubres que realmente, son pocos. Es aquí donde ya no hay marcha atrás, pues una vez cruzada la puerta, no hay retorno.

   Es aquí donde evolucionas y debes decidir si quieres tornar de esperanzas la sociedad y ver todo blanco, o caer en la desesperanza y sumirlo todo en oscuridad... O seguir viéndolo todo gris y trabajar por un avance metódico. Quizá con estas palabras peque de soberbio, pues no soy ningún erudito, no obstante esa es mi meta en la vida, ser uno de los que sabe.

  Irónicamente, el precio del saber es alto, cierto, muy alto. ¿Pero no es acaso un sacrificio que te hace estar en paz contigo mismo? Dudo que este blog lo lea mucha gente, pero os daré un gran consejo:

Dejad de observar, y empezad a ver.