viernes, 13 de julio de 2012

Precio del saber.


   Hará un año un gran amigo, alguien que es como un hermano prácticamente, me dijo algo respecto al saber:

«Cuidado, pues el precio del saber es la consciencia, y eso, no es dulce ni amargo, si no agridulce»

   Nunca dudé de su conocimiento, pese a que discrepamos en grandes aspectos de la vida. Ciertamente, tenía razón.
Aquellos que nacieron con el apetito del saber me entenderán perfectamente. Ese apetito por saber y conocer, esa necesidad imperiosa por saber la razón y el logos de los acontecimientos. Yendo más allá de la mera necesidad académica, la imperiosa y atípica necesidad de saber el guión de la gran obra de la vida.

   Ahí es donde comienza el viaje a lo prohibido o vetado, a lo mal mirado o estigmatizado. El viaje a cuestionarse los cimientos de la sociedad que nos dio génesis. 

«¿Por qué?»


  Esa cuestión es la gran droga del saber, empezamos por un "por qué" y acabamos recurriendo diariamente en aras de entendimiento. No obstante, hasta ese momento de epifanía reveladora el mundo es colorido, tremendamente colorido. Pues la ignorancia dota de color a un mundo que consideras que infinidades de determinismos da movimiento perpetuo a sus eventos, ese colorido tan propio de la premisa arriba explicada: que todo funciona por múltiples factores, un motor hecho por miles de piezas de diferentes adalides.
Es la visión propia de la ignorancia, la visión casual y programada para hacer como nuestra, cuyo código trae la inherencia de repudiar el cuestionamiento de los cimientos de la mismísima sociedad. Paradójicamente, ese "código" crea personas anti-personas, valga la redundancia.

«Cuando comiences a cuestionar y a buscar la verdad, lloverá lejía que hará el mundo gris»

  Y así, cuando comienza la carrera por el conocimiento y por la resolución de las cuestiones, comienza la lluvia que desvela el gris del mundo. Llegados a este punto, las verdades incómodas hacen que a tu visión todo sea gris y que aquello que creías que tenía mil adalides, descubres que realmente, son pocos. Es aquí donde ya no hay marcha atrás, pues una vez cruzada la puerta, no hay retorno.

   Es aquí donde evolucionas y debes decidir si quieres tornar de esperanzas la sociedad y ver todo blanco, o caer en la desesperanza y sumirlo todo en oscuridad... O seguir viéndolo todo gris y trabajar por un avance metódico. Quizá con estas palabras peque de soberbio, pues no soy ningún erudito, no obstante esa es mi meta en la vida, ser uno de los que sabe.

  Irónicamente, el precio del saber es alto, cierto, muy alto. ¿Pero no es acaso un sacrificio que te hace estar en paz contigo mismo? Dudo que este blog lo lea mucha gente, pero os daré un gran consejo:

Dejad de observar, y empezad a ver.

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