lunes, 11 de agosto de 2014

PIB, verdad y engaño.

   ¿Quién no ha escuchado alguna vez la sigla PIB? Y es que es imposible no haberla escuchado aunque sea accidentalmente, es tan recurrente en el juego político como una bebida fría en verano. Basta encender la TV para no tardar en escuchar la famosa sigla: PIB. Después de toda una vida recibiendo datos incesantes sobre esta «cosa repetitiva» mayormente por políticos, es lógico empezar a ver el PIB como una molestia más que obviar en nuestras queridas sesiones televisivas. Pero, hoy toca realmente saber qué es, y lo más importante: qué no es. 

   El PIB (Producto Interior Bruto) mide la cantidad de bienes y servicios finales producidos dentro de una economía a lo largo de un periodo contable determinado -un año, mayormente- cuya medición se realiza en unidades monetarias. Es decir: todo lo que se produce en un país a lo largo de un año, medido en su moneda. 


   ¿Ya está?, ¿el archiconocido PIB no es más que eso? La respuesta es que sí, el PIB es esto, sin más. Por supuesto, lo cortés no quita lo valiente, ya que el PIB sigue siendo el indicador económico estrella.

   Llegados a este punto, lo lógico sería preguntarse por qué tanto bombo y platillo con este indicador económico por parte de políticos y tertulianos que tan gratamente amenizan nuestras mañanas -véase la ironía-, pues sólo mide la producción. La respuesta es sencilla: es una gran arma política cuando se usa ante una sociedad con formación económica precaria, ya que le conceden cualidades inexistentes

¿Mide la calidad de vida?

   El PIB no mide la calidad de vida, y esa, es la mentira detrás de una media verdad. Me apuesto que el 90% de los lectores habrán deducido tras años de bombardeo mediático que a mayor PIB mayor calidad de vida -se deduce que existe una relación directa entre ambas variables-; a medida que aumenta una, aumenta la otra-, pues eso es lo que promulgan en los medios, pero la realidad es que eso no es necesariamente cierto

   Veamos un ejemplo muy claro:

   En la siguiente imagen se exponen las cuentas nacionales de España y China, mostrando tanto su PIB como el PIB per capita; entendiendo que el PIB per capita es simple y llanamente la división del PIB por el número de habitantes, en otras palabras, lo que debería tocarnos a cada uno del «gran pastel».



   Miremos sólo el PIB: sin lugar a dudas, la imagen lo dice todo. Podemos observar como China, respecto a España, le mete un solemne repaso a lo que producción se refiere -no se ha ganado el apodo de la «fábrica del mundo» en un concurso-. Es más, crece a un frenético 7,7% respecto a una España que está en recesión -aunque frenando, ahora mismo está al -1,2%-. Muy bien por China, producen a una velocidad y cantidad de escándalo, son el Schumacher del PIB

   Ahora, el PIB per capita: España tiene una diferencia de 17.187€, una diferencia extremadamente considerable. Aún así, miremos el PIB per capita en mensualidades:

  • España: 22.300€/12 meses → 1.858€ mensuales.
  • China: 5.113€/12 meses → 426,08€ mensuales.
Nota posterior al cálculo: los cálculos realizados se basan en un promedio estadístico, y con todo lo que ello conlleva. Más de uno dirá que mensualmente no cobra eso, o que cobra más -felicidades majo-, y eso se debe a que el promedio estadístico encierra un problema inherente: es sensible a los valores extremos; es decir, puede darse que se realice un promedio entre tres personas, dos cobrando 1.000€ y la tercera 10.000€, y nos dará un promedio de 4.000€, el cual no encaja con la realidad. No obstante, el ejemplo expuesto ha sido deliberadamente exagerado para dejar claro este punto.
   Sin lugar a dudas, está claro que un español medio cobra un salario mejor que un chino. Podemos decir además, que en España se goza de sanidad pública, cosa que China no; España goza de una democracia -ahora mismo un tanto agitada-, China vive en una dictadura; España no posee límites a la natalidad por familiar, China sí. En esencia, un PIB de magnitudes bíblicas no implica una relación directa con la calidad de vida, ya que creo que se puede afirmar sin temor alguno a equivocarnos, que España goza de mayor calidad de vida que China.

   Por tanto, la conclusión a la que se debe llegar es la siguiente: el PIB por sí sólo no es un indicador de bienestar social. No obstante, acompañado de otro indicadores económicos, sí que puede arrojar luz sobre este tema, pero no por sí sólo.

¿El PIB puede ser engañoso?

Por supuesto que sí. Podemos decir de manera simplista que el PIB es la suma de los bienes y servicios finales producidos valorados a precios de mercado, como se mencionó anteriormente, y es aquí donde está la caja de los truenos.

Pongamos un ejemplo burdo, una economía donde sólo se produce preservativos -para darle un toque lujurioso-:

  • El año X produce 100 preservativos, a 1€ cada unidad, por tanto, su PIB será de 100€.
  • El año siguiente (X+1) ha descendido su producción a 80 preservativos, y su precio ha ascendido a 1,4€ cada unidad, dando un PIB de 112€.
   ¿Qué ha pasado aquí? Porque se produce menos, y sin embargo, nos da un PIB mayor, confuso cuanto menos. El motivo es a todas luces evidente: la variación del precio ha sido mayor que la variación de la producción. Esto en economía, se llama PIB nominal, pues recoge la variación de precios.


   La pregunta que se hará mucha gente es: ¿usan este PIB nominal en los medios? La respuesta es que sí, aunque sólo ocasionalmente, pues tendrían a un ejército de economistas detrás para sacarle la piel a tiras. Aún así, debo decir que he escuchado muchas veces hablar del PIB nominal. Si ahora recapitulamos, veremos lo grande que puede ser esta mentira: nos hablan de un indicador como si se tratase del indicador maestro, dándole cualidades que no posee, y para colmo, hay ciertos sujetos -pocos, repito- que se atreven a usar el nominal, lo que no sólo engañan con su objetivo, sino con su cuantía real.


   La solución al PIB nominal viene de la mano del PIB real, el cual, multiplica las unidades producidas en X+1 (80 unidades en nuestro caso) a precios constantes (se toma los precios de un año concreto, más conocido como año base) del año X (1€), aislando la variación de precios:

  • PIB real real del año X+1: 80x1€ → 80€.


   ¡Vaya por dios! La realidad es que la producción había descendido, ¡no había aumentando!


   Finalmente, y para concluir, la moraleja de todo esto es la siguiente: no hay mayor mentira que una media verdad. Hemos visto como el PIB no es el superhéroe que nos pintan -cualidades inexistentes-, y que tiene un lado oscuro a tener en cuenta -el PIB nominal-. Como se puede observar, el análisis económico en eminentemente matemático, y de ahí, que pueda ser sujeto de malas interpretaciones deliberadamente lanzadas, y lo que es peor, puede ser una peligrosa arma política en mano de ciertos sujetos con escasos y delicados escrúpulos. Pero, es de justicia decir, que no hay arma que debas temer, si llevas la armadura del conocimiento.



Fuente de los datos: http://www.datosmacro.com/

domingo, 10 de agosto de 2014

Economía, esa gran desconocida.


«¿La economía va conmigo?»  

   Es de justicia decir, que la genésis de todo esta entrada responde en gran medida a que nuestro sistema educativo es bastante deficitario a lo que esta materia se refiere: la economía. Durante nuestra infancia no recibimos formación alguna sobre la misma -me imagino que apelando a la «posible violación» de la infancia en temas tan  «serios» por parte de nuestro entorno familiar, y posiblemente deliberado por parte de ciertos colectivos-, y en la adolescencia, la recibimos pero como materia optativa antes de emprender los mal llamados estudios superiores. Pero, como se verá más adelante, el quid de la cuestión reside justamente en que la poca formación económica que se recibe es demasiado tardía -y bastante ineficiente-, ya que lo idóneo sería sentar las bases a dicha edad.

   ¿Es permisible dicha carencia? Honestamente, creo que es un error muy grave -que sea deliberado o no lo dejo a juicio propio- dicha carencia, y que su iniciación sea de carácter optativo. La economía, al igual que la política, son ciencias que influyen en nuestra vida desde el primero momento de nuestra existencia. Podría ser, por ejemplo, que tus padres hayan rehusado el uso de una medida anticonceptiva por ahorrarse unos euros, abrazando la reconocidísima «marcha atrás» debido a una coyuntura económica -además de una noche alcoholizada y lujuriosa-; o podría ser, por ejemplo, que seas de padres chinos y que te hayan concebido fuera de China para poder rebasar el límite de natalidad establecido. Como se ve, tanto la política como la economía han estado ahí puede que desde el momento uno, aunque no seas consciente. 

   Pero, ¿qué diantres es la economía? La economía es una ciencia de índole social que se encarga del estudio del comportamiento de los agentes económicos; en otras palabras, estudia el por qué de los hechos económicos. Estudia las razones por las cuales hay países donde su SMI (Salario Mínimo Interprofesional) es insultantemente más alto que otros; estudia las razones por las cuales se dan las famosas crisis económicas; estudia las razones por las cuales ciertas empresas desprenden dióxido de carbono sin que les represente un coste justo -en jerga económica, externalidad negativa-; o también estudia, por qué diantres un pan cuesta 0,60€ y no 4,00€; estudia por qué una época de crecimiento económico no necesariamente puede ser algo bueno. En esencia, estudia el por qué.

   Por supuesto, el lector habrá pensando ya en lo siguiente: «...está muy bien estudiar algo, ¿y qué más?». Efectivamente, la economía estudia el por qué de los hechos económicos con la intención de convertir la información en arma, de poco serviría saber cómo navegar si después no navegamos. De modo peligrosamente simplista: saber te permite actuar sobre un problema. Más de uno estará confundido a esta altura de la entrada, y no lo culpo. El prejuicio y la ignorancia suelen encontrarse más de lo deseado, y eso, es un incómodo dúo que debemos soportar los seres humanos, y la economía no escapa a tan peligroso dúo. La razón por la que digo esto, es porque mucha gente considera que la economía encierra unos oscuros estudios cuyo objetivo es el de perpetuar el status quo de la clase pudiente; o en el mejor de los clases, que la economía encierra el cómo convertirte en un millonario deshumanizado, alcanzado dicho statu quo



   Por tanto, y atando cabos: se ha explicado que es la economía, y se ha explicado lo que no es. Una cosa es la ciencia económica, y otra muy diferente, el comportamiento capitalista; la primera busca el por qué de los hechos económicos, el segundo busca simple y llanamente amasar capital. Es más, célebres economistas han sido radicalmente opuestos al capitalismo.

   La economía, como uno de los principales motores de la sociedad -por no decir principal, directamente- influye en tu día a día de manera abrumadora, y a su vez, silenciosa. Nos despertamos sabiendo que si perdemos nuestro puesto laboral -de haberlo encontrado previamente-, tendremos derecho a percibir el «paro»; sabemos que el estado ante una situación de crisis debe sacar su artillería para combatirla -el cómo y su efectividad, es otro tema-; sabemos que los precios no pueden ponerse cómo lo desee el vendedor; sabemos que si acudimos a urgencias seremos atendidos -la presteza de ésta es harina de otro costal-. Es decir: damos por hecho miles de fenómenos económicos en nuestra vida como si fuese lo normal y lógico en nuestra supervivencia, y la realidad es que han sido fruto de economistas a lo largo de la corta historia económica. Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que la economía puede que no te interese, pero, ¡vaya por dios!, ¡la economía si que lo está en ti!



 En definitiva, en esta entrada se ha tratado de dar luz sobre la economía, he procurado explicar llanamente su naturaleza, ya que de cara a entradas posteriores ir abordando ciertas cuestiones que la mayoría se pregunta o desconoce. Por tanto, sabiendo que la economía influye en nuestra vida desde que nos despertamos, lo lógico sería que el siguiente paso fuese entender en líneas generales qué es lo que pasa a nuestro alrededor, y lo más importante a título personal: encontrar la mentira en una media verdad -el eterno enemigo de los economía-.

 Y para finalizar la entrada, volveré a formular la pregunta del comienzo: ¿sigues creyendo que la economía  no va contigo?


Alegoría de la economía, de José Alcoverro (1902-1905), en Madrid.

Reorientando

   Ha pasado mucho tiempo desde la última entrada, y creo va siendo hora de resucitar este humilde blog, pues se vuelve imperativo la puesta en escena. Ciertamente, debo decir que la ausencia se debe a una vertiginosa etapa académica la cual me ha inhabilitado a escribir. No obstante, como todo escritor en ciernes que se precie, en dicha época he ido apuntando de manera sistemática y programada unos temas cruciales. 

Puedo ir adelantando que el blog tomará una temática económica en gran medida, pues como mis cercanos sabréis, soy un economista en ciernes. Por supuesto, y como no podía ser de otra manera, temas que van de la mano de la ética y la moral.

Finalmente, debo decir que sigo en la línea de George Orwell, pues como él opinaba -aunque concretamente a su gremio-, se debe escribir lo que nadie quiere leer -y mucho menos escribir-; y se debe decir a voz alzada, lo que nadie quiere escuchar.